miércoles, 21 de noviembre de 2012

Hola holita caracolita :'3

Bueeeeeeenas tardes, hoy os dejo otro relato. Es que para unos deberes de sociales tenía de describir una casa burguesa, y entonces me apeteció hacer una pequeña historia. Así que espero que os guste :'3

Todo acaba donde empieza. 
Entro por la puerta, una enorme, de madera marrón, unos palmos más alta que yo que saluda a todos los visitantes desde las alturas. Recibiendo hay un pasillo en el que huele a lilas, dos puertas a los lados y unas escaleras que suben y bajan. A la derecha entras a una enorme sala de visitas. Sonrío al recordar cuando nos sentábamos allí todos a tomar el té con galletas. Todavía se puede detectar el olor a mantequilla, aunque se va yendo con el viento de la ventana. Salgo de allí cerrando la puerta con un fuerte golpe debido a la corriente. Abro la puerta que está a la izquierda, el comedor. No tengo muy buenos recuerdos aquí. Este era el lugar del protocolo, de los vestidos caros y de miles de cubiertos. Salgo sin volver la vista ni cerrar la puerta, bajo al sótano. La cocina. Casi nunca venía aquí, era lugar para el servicio. Había un olor permanente a comida que, a veces, subía hasta la planta superior para mezclarse con las lilas y crear el olor más hermoso. No entro, solo echó un pequeño vistazo y me doy la vuelta de nuevo subiendo hasta el primer piso. La sala de estar se encuentra a la derecha, es grande y hay una preciosa chimenea de la que emana un agradable calor. Los recuerdos se agazapan en mi mente, allí, de pequeña, jugaba mirando las llamas creyendo que algún día me consumirían sin que nadie pudiera evitarlo. Vuelvo la vista para ver, de lejos, la habitación principal. Con tan solo dar un paso un fuerte olor a colonia impregna mis fosas nasales. No me pro más de dos segundos, luego sigo subiendo. Me acerco al dormitorio del servicio, no he entrado nunca allí, de lejos diviso un armario, y dos camas. Huele a un suave perfume, un agradable perfume, mucho más agradable que el del dormitorio principal. Ni siquiera me acerqué a más de dos pasos de la puerta, si jamás había entrado no lo haría ahora. Entro, al fin, al pequeño dormitorio donde he pasado mi infancia. Sin poder evitarlo pego un gritito al pisar un coche de juguete y me cae una solitaria lágrima. Aspiro el aroma, tan familiar, a sábanas limpias. Todavía con la lágrima en mi mejilla subo más las escaleras hasta finalizar en la azotea. Y salto. Salto para olvidar, para que el viento se lleve mis problemas, para que seque mi solitaria lágrima. Y para acabar donde todo había empezado.

2 comentarios:

  1. te he nominado para una cosa en mi blog, pasate http://magiadelibros.blogspot.com.es/

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